El niño era un huérfano, solía caminar por las desoladas calles de los restos de su ciudad. Un día encontró un peluche bordado de gato, al tomarlo se dió cuenta que no tenía boca. Decidió llevarselo para darle amor y un buen hogar. Pasó el tiempo, y se dice que cuando el niño dormía en las calles junto a su gatito hecho a mano, tanto él como su nuevo amigo sonreían. Ahora sabemos gracias al amigurumi que el niño murió feliz, porque gracias al gatito se sintió amado y cuidado.
Sabril W.H