Soy una pequeña niña de ocho años, y cada vez que viajo en
el viejo tren acompañada de mi madre, me gusta ir leyendo algún libro de
fantasía, en especial si se trata de hadas y princesas, así el viaje se me hace
menos tenebroso al ir por un oscuro túnel. Entre estación a estación hay un
tiempo de cuatro a cinco minutos de viaje aproximadamente. Mientras iba leyendo
mi cuento, miré hacia la ventana y pude observar un unicornio azul qué iba
corriendo a la misma velocidad del tren, éste me sonríe con una pata y yo le
respondo de la misma forma, al rato se marcha y aparece una pequeña hada de
vestido azul, que danzaba como la chica del Cascanueces, me acerco más a la
ventana para poder verla más de cerca, y en ese momento ella coge una de mis
manos, y salgo de la ventana del tren, hace una pequeña reverencia y un leve
movimiento con sus manos y al rato, estaba vestida con un vestido igual al de
ella, comienza a bailar nuevamente y yo la sigo con delicadeza. El unicornio
azul vuelve aparecer y baila con nosotros, se podía escuchar la melodía del
Cascanueces, al parecer era el Unicornio que emitía la música con su cuerno mágico,
y a su vez lanzaba luces de colores intermitentes. De repente, todo desaparece
de forma repentina, éste viaje había durado entre diez a quince minutos. Lo
mismo pasa siempre, cada vez que viajo entre la estación Cumming y Quinta
Normal, puedo ver aquel mundo de luces y colores, oculto en el túnel, como si
existiera una estación fantasma que nadie ha logrado ver.
Sabril Winston Haider