Me acerqué lentamente a ti, era la única
forma de saber que te ocurría, después de todo siempre estás reprimiendo tus
emociones, fingiendo que todo estará bien y malo volverá a pasar, pero en el
fondo de tu corazón sabes que te mueres de dolor, y al verte así me hierve la
sangre por no poder hacer nada por ver aquella sonrisa radiante de siempre.
-¿Qué ocurre? Estás muy pálido ¿Te sientes
bien?- Te dije preocupado, acariciándote con ternura tu cabello.
-No pasa nada….he estudiado mucho últimamente,
quizás por eso me observas en un estado tan deplorable y ausente- Me dijiste
con un tono de voz desganado.
-¿De verdad? Pues a mí me parece que has
estado llorando por largas horas, puedo observar tus ojos y reflejan aquel
dolor ¿Qué es lo que te abruma querido?- Te dije, mirándote fijamente de forma
muy seria.
-¡YA TE DIJE QUE NO ES NADA!- Me gritaste,
y huiste lejos del laboratorio, seguí tus pasos para poder alcanzarte,
necesitaba saber que te ocurría e intentar hacer algo para volver aquella sonrisa
de tu hermoso rostro una vez. Después de un par de minutos de perseguirte, pude
sostener tu mano y por un instinto impulsivo te arrinconé a la pared.
-¿QUÉ TE OCURRE?- Te grité molesto, y sin
pensarlo besé tus labios y tu cuello desesperado, creyendo que de alguna forma
podría absorber tu tristeza y saber que te ocurría.
-Gracias a ese beso, he podido sentir tu
apoyo demente- Me miraste dulcemente y me abrazaste.
Sabril Winston Haider
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